jueves, 19 de noviembre de 2009

Capítulo 3

Tras llegar a nuestra habitación a las cinco de la mañana en más que dudosas condiciones y grabar alguna escena bochornosa, pudimos dormir unas cuantas horas. Tantas, que pasamos de ir el domingo a la playa con el resto de la gente para así levantarnos a la hora de la siesta. Como Kike también se quedó en la residencia, los tres fuimos al centro para comer algo.En una terracita, conocimos mejor a nuestro nuevo amigo de Tenerife así como otras cosas de Patras, especialmente el paupérrimo estado de las palomas de allí (cojas, medio desplumadas…)

Definitivamente, por la noche comprobamos que nuestros nuevos amigos empezaban con muchas ganas de fiesta, ya que todos fuimos a cenar a una taberna como atestigua el segundo episodio de la gloriosa, sublime e inefable “Grecia… ¡Copón!”.


Era muy divertido, pero sabía que no duraría mucho tiempo gastando de esa manera frenética.Al comenzar la semana siguiente me sentí rejuvenecer. Por primera vez en muchos años, me levantaba a las ocho de la mañana para ir a clase. Los profesores hacían actividades para que nos conociésemos entre todos y nos enseñaban Patras. Días después, nos impartirían clases de griego en inglés divididos en diferentes grupos. En nuestro grupo estábamos un portugués, los italianos y los cinco españoles.


Por supuesto, a pesar de comer “dudosos menús” en la universidad (de los cuales ya hablaré), en la residencia no teníamos nada de sustento. Por ello un día decidimos sustituir nuestro paseo vespertino por una compra en el Carrefour, como se puede ver en el “Episodio 3”.


Por las noches íbamos a la plaza central de Patras, en la cual bebíamos latas de cerveza y hablábamos (al menos los que sabían inglés) de cualquier cosa. No obstante, el hacer tonterías pertenece a un lenguaje universal y gracias a ellas no permanecía todo el tiempo intentando cazar alguna frase que pudiera comprender.

Poco a poco, Emy y yo comenzamos a entender las conversaciones en inglés. Y poco a poco, comencé a darme cuenta de que no me separaba de la cámara de vídeo ni para ir al baño…

domingo, 1 de noviembre de 2009

Capítulo 2

Me desperté en la pequeña habitación a una hora inusual, ya que las ocho de la mañana solía ser mi hora de acostarme.
Un sol inmisericorde alumbraba y calentaba desde bien temprano lo que sería el primer día de nuestra aventura helena.
Nos vestimos y salimos corriendo tras el grupo que había salido de nuestra “residencia” en dirección a la universidad del T.E.I. de Patras, alcanzándoles y saludándoles con un muy conquense “Hello!”.
Dos de ellos nos preguntaron: - Españoles ¿verdad?
Entablamos conversación con ellos y nos presentaron al resto del grupo, ya que nuestro inexistente inglés no nos permitía hablar con nadie más.
Eran Enrique y Eduardo, venían de Tenerife y Madrid respectivamente y serían unos de nuestros mejores amigos durante toda la Erasmus.
En la universidad nos reunimos los treinta estudiantes Erasmus que íbamos a hacer el curso de griego durante los posteriores cuarenta días. Allí conocimos a la única chica española del grupo y otra de nuestras grandes amistades: Gema. Además, era castellano manchega, por lo que rápidamente entendió que decir “copón”, más que una expresión es un estilo de vida.
Tras ello nos llevaron de visita a una vinería en la que probamos el vinillo griego, el cual nos acompañaría en innumerables cenas en las tabernas del país.


Al terminar la visita, nos dejaron en lo que los profesores llamaron playa. Realmente lo era, pero pegada a una carretera y con piedras en lugar de arena. Todos se comunicaban perfectamente en inglés a excepción de Emy y mía, que pasamos de ser el alma de la fiesta en Cuenca a los chavales callados de Patras.
Las únicas palabras que pude entender de Ismail, un amigo turco, fueron: - Do you like football? Real Madrid, Raúl, Casillas…
A lo que respondí con un: - Football no… Eeehhh… Raúl, Casillas… Yes…
Volviendo a la residencia para ducharnos y prepararnos para la fiesta en casa de los italianos Adam y Dario, Emy y yo aprovechamos para grabar el primer episodio de “Grecia… ¡Copón!”, una especie de diario en vídeo que nos acompañaría hasta el final de nuestra estancia en Grecia.

Tras ver lo caro que era comprar alcohol en Patras y hacernos con un poco de vino malo, cenamos en un “burguer” y fuimos a la casa italiana. Allí volví a toparme con la infranqueable barrera del idioma y no podía hablar más que con nuestros tres amigos españoles y Emy. No obstante, pude hacer algún juego de cartas para que la gente supiera que no era un objeto inanimado que solamente bebía.
El clima griego estaba haciendo estragos en nosotros, y casi treinta personas encerradas en un piso con un calor sofocante, hizo que algunos se quitaran las camisetas. Lástima que ninguna de las chicas les imitaran…
Cuando la amenaza de los vecinos de llamar a la policía se hizo realidad, dejamos el piso para ir a un parque a terminar la fiesta. Pedí a uno de los españoles que me tradujera para darle la paliza al alemán Nandor con la estupidez de que era igual que un amigo mío de Cuenca, por lo que entendí que las cosas de borracho las puedo hacer hasta estando en otro país. 

Volvimos a la residencia a las cinco de la mañana y en mi habitación me puse a intentar tocar la armónica chapurreando palabras en inglés. Pero eso ya es otra historia.

lunes, 19 de octubre de 2009

Capítulo 1

Estaba en mi bar favorito, bebiendo cañas y rodeado de mis amigos. Podría haber sido un jueves normal, pero para mí no lo era. A pesar de saberlo con varios meses de antelación, todavía no me hacía a la idea de lo que se me venía encima al día siguiente. Sin darme cuenta, estaba en las horas previas al 22 de agosto e ignoraba cómo iba a “apañármelas” en un lugar distinto con gente, lengua, y tradiciones distintas.

Tuve que salir del bar para atender el teléfono móvil:

- ¿Diga?
- Ignacio, nos vemos mañana en el aeropuerto, ¿tienes todo preparado?
- Sí… Creo que sí, Emy.
- Bueno, no te líes mucho esta noche y si puedes, echa en la maleta un diccionario de inglés, que yo llevo el de griego.
- Descuida, un par de cañas y me iré a dormir.

Tras colgar, miré la hora y pensé que sería suficiente si me acostase a la una de la madrugada, ya que a las siete de la mañana salía hacia Madrid y tenía que acabar la maleta. No obstante, avatares del destino hicieron que me acostase a las seis pasadas, por lo que mi despertar fue a gritos, acabando rápidamente la maleta y borracho aún.

Dos horas después de que mis padres me hubiesen despertado de mi sueño etílico a voces, llegábamos al aeropuerto de Madrid. Facturar el equipaje, ver cientos de personas de un lado para otro… Todo ello comenzaba a estresarme cuando vi llegar a Emy. Finalmente llegó el mediodía y el avión despegó rumbo a nuestro nuevo destino: Grecia.

Nunca había visto las nubes desde arriba, lo cual me dejó impresionado. Emy me preguntó si había cogido el diccionario de inglés, pero la borrachera de la noche anterior me hizo olvidarme de él.
Aunque el viaje fue tranquilo, también tuvo alguna anécdota interesante, ya que a nuestro lado iba un australiano muy peculiar. Tenía una riñonera llena de billetes y nos mostró unas fotos en las que se apreciaban las apreciadas “hierbas aromáticas ilegales” que vendía y las bellas mujeres que se juntaban con él, además de hablarnos de los numerosos locales de fiesta que tenía en Ibiza.

Y tras unas tres horas y media, el avión tomó tierra en el país Helénico. Estuvimos media hora esperando que mi maleta apareciese en la cinta transportadora, pero salieron todas a excepción de la mía. Tras caer en la desesperación, llamé a los encargados para informarles de que sólo quedaba una maleta dando vueltas y la mía no aparecía. Emy tuvo la feliz idea de que mirase si la que restaba era la mía, cosa que yo creía imposible, pero efectivamente, era mi maleta. Un pequeño traspiés, provocado por ir con una maleta prestada…

Cogimos un taxi, y le enseñamos al conductor la dirección de la estación de autobuses. Todo era un caos: una ciudad enorme, mucho tráfico, conductores locos… Yo no me hacía a la idea de que cuarenta días después tendría que vivir en esa ciudad tan ruidosa.

Conseguimos subir a un autobús y en dos horas llegaríamos a Patras, nuestro primer destino. En ese viaje sintonicé las emisoras griegas para ir conociendo la música de allí, la cual no me desagradó en absoluto.

Patras parecía más tranquila, pero ya era de noche. Repetimos el sistema de coger un taxi y mostrarle la dirección (esta vez de la residencia) que Emy hizo bien en apuntarse. Creo que yo no me preparé demasiado el viaje…

Dicen que a la tercera va la vencida, pero nosotros encontramos la residencia al segundo intento. Una chica muy amable (la hija de la dueña) nos acogió e intentó que le dijésemos algo en inglés. Una vez más, Emy demostró que había planificado un poco la Erasmus al saber decir alguna palabra que otra.

Al fin nos mostró un pequeño cuarto con dos camas. Sería nuestra habitación. Tras un día tan agotador, decidimos que lo mejor sería dormir.

En esa primera noche en Patras, comencé a recordar mi ciudad, mis amigos, mi cama… Y sólo venía una pregunta a mi cabeza:

- ¿Qué coño estoy haciendo aquí?